Se ha venido hablando sobre la ”revolución” en Colombia. Muchos analistas plantean que ya la revolución no tiene cabida en Colombia en una muestra descomunal de que abordan el tema con una gran dosis de ignorancia y mala fe. Otros hablan que en Suramérica no hay procesos revolucionarios, desconociendo el accionar de los pueblos de la subregión, quizás tratando de tapar el sol con un dedo.
Para clarificar un poco las cosas, tenemos que decir que una ”revolución” es resultado de un proceso de cambio en el cual un pueblo decide y determina ”cambiar el estado de cosas” por el que ha estado transitando hasta ese momento agarrados de unas manos que no eran las suyas. Ese cambio va a ser violento o pacífico de acuerdo con la posición de defensa del régimen que se quiere cambiar (la mano que lo ha dirigido hasta entonces). Ello significa entonces que es el grupo en el poder el que define las ”armas” que se usarán, es decir, si toca desarrollar una vía armada o una vía no armada, una vía violenta o una vía pacífica.
Hasta el momento actual el imperio estadounidense había cercenado las aspiraciones pacíficas de los pueblos para adelantar las transformaciones de una revolución de la manera pacífica. Recordemos a Salvador Allende y el golpe de estado preparado por la CIA en 1973, el cual fue ejecutado por Augusto Pinochet.
Mas en los momentos actuales, en la latinoamérica de hoy, en la medida que se ha ido profundizando la crisis estructural del capitalismo, vemos procesos revolucionarios de diferentes tipos y niveles. Y lo realmente llamativo de éstos procesos es su carácter pacífico. No ha sido necesario el uso de las armas ni el derramamiento de sangre, toda vez que, por ejemplo, las fuerzas armadas de esos países se han involucrado directamente en éstos procesos al lado de sus pueblos. Al tiempo, los pueblos han ido desarrollando lo que ciertos cientistas sociales llaman la revolución cultural (erradicación del analfabetismo, elevación de la escolaridad, aumento de la cobertura de salud, acceso gratuito a la educación, etc).
Entonces por qué en Colombia no se da un proceso similar? Porque el imperio estadounidense mediante su nefasta injerencia impide que los sectores progresistas y revolucionarios se puedan nuclear y pone en práctica su Terrorismo de Estado de la Doctrina de Seguridad Nacional, y desde 1.964 han asesinado entre 250 y 500 mil personas, entre ellas 5.000 militantes del partido de izquierda Unión Patriótica (U. P.), terrorismo aplicado gustosamente por la oligarquía arrodillada al imperio.
Este Terrorismo de Estado ha buscado el resquebrajamiento del tejido social a fin de evitar que el pueblo pueda adelantar las acciones encaminadas a producir un cambio de régimen o, por lo menos, la modernización del estado. Se ha impedido así que los sectores progresistas y revolucionarios realizen las transformaciones modernizadoras y por ello vemos estructuras tan retardatarias como las colombianas en la tenencia de la tierra y en las relaciones capital-trabajo, que demuestran que la oligarquía está muy cómoda y satisfecha con el actual orden de cosas.
Los revolucionarios insistimos en la necesidad de modernizar el aparato estatal burgués ya que así se daría un desarrollo de las fuerzas productivas y con ello un desarrollo de las clases que en definitiva van a producir los cambios no sólo reformistas, sino los cambios revolucionarios que requiere nuestro pueblo. Queremos que Colombia comience a transitar los caminos de la ”modernidad” ya que está muy atrasada en relación con otros países, para en esos caminos comenzar a constuir una Nueva Institucionalidad.
Nuestra insistencia en alcanzar una salida política del conflicto interno se dirige en ese sentido y por ello reiteramos que sin paz en Colombia será imposible un proceso de reformas y ”modernización”, al tiempo que impedirá su inscripción en los nuevos vientos que soplan en latinoamérica y más bien se convertirá en ”una vaca muerta en el camino”, atravesándose a la rueda de la historia.
La paz en Colombia significará la solución de los ingentes y profundos problemas que padecemos los colombianos, a la par que un inmenso impulso a la lucha de los trabajadores colombianos por una Nueva Institucionalidad, la Nueva Colombia.
No es posible hablar de paz y que hayan niños hambrientos, desnutridos, que mueren por enfermedades derivadas de las carencias nuticionales e infecto-contagiosas, que mueren en los ”paseos de la muerte”, que no tienen educación ni salud, ni recreación de ningún tipo.
No es posible hablar de paz si se vive el día a día con la mordida salvaje del desempleo, el subempleo, la pobreza y la indigencia. No es posible hablar de paz si se vive en la precariedad de los barrios ”subnormales”, en los cinturones de miseria de las ciudades.
No es posible hablar de paz si se vive en la certidumbre de la existencia de ningún mañana, de ningún futuro, lo cual hace que nuestras gentes sean presa fácil de la delincuencia común, del narcotráfico y del paramilitarismo.
Mientras no sea posible hacer la paz siempre habrá la necesidad de una revolución con todo lo que ella implica. Cambio total de las estructuras. Si las viejas clases en el poder no quieren hacer los cambios por las buenas, pues entonces tendremos que apoderarnos del vetusto aparato estatal para construir desde cimientos nuevos toda la insitucionalidad de liberación y paz, de justicia social, libertad, independencia, democracia y soberanía nacional.
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